Ellos, claro, no podían saber que los estábamos esperando, lo que se dice esperando, esas cosas tenían que pasar sin escombro, ustedes proceden tranquilos, palabra del jefe, cada tanto lo repetía por las dudas, ustedes la van piano, total era fácil, si algo patinaba no se la iban a tomar con nosotros, los responsables estaban arriba y el jefe era de ley, ustedes tranquilos, muchachos, si hay lío aquí la cara la doy yo, lo único que les pido es que no se me vayan a equivocar de sujeto, primero la averiguación para no meter la pata y después pueden proceder no más. En segunda Vez. Julio Cortázar
Este artículo tiene como objeto analizar la naturaleza del cuento en Cortázar y Borges como narradores del siglo XX desde una mirada en perspectiva de la historia cifrada y visible del pensamiento latinoamericano. El cuento según Liliana Oberti (Profesora argentina dedicada a la investigación del cuento como género literario en la Universidad de Palermo) es un relato breve, de intensidad extrema que está encaminado a obtener un efecto único o principal; Según Cortázar es una forma de trasposición de la lucidez que el autor busca anunciar al texto para que el lector la experimente de la misma Manera.[1]
El tránsito entre el autor y el lector, está mediado por una materia verbal que para Julio Cortázar se escapan de la visión del narrador. En su cuento Las babas del diablo o los hilos de la virgen, nos abrimos a un primer encuadre o a la visión total de una completa exposición del proceso creador que caracteriza un relato de esta naturaleza. Cortázar nos deja las sensaciones de una aproximación a la teoría, el preámbulo de lo que serían sus teorías sobre el cuento y además, nos deja constancia de la angustia y metafísica que en él suponen la construcción del mismo.
En los primeros hilos de Las babas del diablo se atrapa más que una anécdota literaria o visual, ya que seguimos paso a paso, las sensaciones escambrosas del soñar o de ese signo inverso del sueño en el que las cosas que soñábamos bastante claras, una vez despiertos, son un coágulo informe, una masa que no tiene el mínimo sentido, que empieza como en el proceso de la creación literaria a desencadenar la estructura y la coherencia de lo que Cortázar nos ha llamado “Extrema lucidez”.
“¿Se sueña despierto al escribir un cuento breve? Los límites del sueño y la vigilia, ya se sabe: basta preguntarle al filósofo chino o a la mariposa. De todas maneras si la analogía es evidente, la relación es de signo inverso por lo menos en mi caso, puesto que arranco del bloque informe y escribo algo que sólo entonces se convierte en un cuento coherente y válido per se…”[2]
El autor afirma que las ideas expuestas en sus conferencias las saco sobre todo de ese examen crítico de su propia obra literaria y eso lo leemos en el cuento, “Las babas del diablo”, escrito tres años antes de la conferencia “Algunos aspectos del cuento” [3] en la Habana, donde nos revelamos la idea del creador-Cortázar, se nos había anticipado a la actitud del creador, las formas y el momento en qué el genio descubre el instante de la significación iluminada de esa realidad que representa.
“…¿Por qué esperar más? Con un diafragma dieciséis, con un encuadre donde no entrara el horrible auto negro, pero sí ese árbol, necesario para quebrar un espacio demasiado gris… Levanté la cámara, fingí estudiar un enfoque que no los incluía, y me quedé al acecho, seguro de que atraparía por fin el gesto revelador, la expresión que todo lo resume, la vida que el movimiento acompasa pero que una imagen rígida destruye al seccionar el tiempo, si no elegimos la imperceptible fracción esencial.” (Cortázar: Las babas del diablo)
Es precisamente esta cita en Cortázar un momento incandescente que representa el momento revelador de la escritura donde la escena poética es la suma de todos los momentos de la vida; donde se combate con la nada y donde no se pierden esos espacios fantásticos que atraviesan la cotidianidad de la vida y que se escabullen por el lente de la cámara del fotógrafo que, los está mirando y que se quedan, siguen, continúan y pierden su deseo y la necesidad de fundirse en el momento mismo en qué se aprieta el botón. Michel que es, al mismo tiempo fotógrafo y artista, es un fragmento de sus ilimitables piezas de lo expresable, que podrían caber en una nada, en un vació y en una ansiedad vasta de representar lo irrepresentable, de captar la nada o eso que sencillamente no expresa lo mínimo para conseguir ese resto que falta.
Sin embargo, no deja de ser esto un momento que no cesa de escribirse y que no está establecido en el universo fantástico, ya que sus límites provienen de las formas en qué se mira ese bloque informe incrustado en nuestra memoria. Ese bloque informe que es el tránsito por el cual la mínima anécdota es germen y semilla de un cuento y se transforma. Este trasegar a través de esos bloques oníricos caracteriza una definición de lo que es el cuento mismo en Julio Cortázar.
[1] Oberti Liliana. Géneros literarios. Ediciones Longseller, México D.F., México. 1998. Pág 55-56
[2] Cortazar, Julio. Del cuento breve y sus alrededor. Referencia en: http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/cortaz6.htm
[3] Cortázar, Julio. Algunos aspectos del cuento(Originalmente publicado en Diez años de la revista “Casa de las Américas”,nº 60, julio 1970, La Habana). Esto es referencia solamente al momento histórico de su publicación.
